Y yo creyendo una vez más que puedo dibujarte en un grito nocturno, a algún sol que no reine en su sistema, a alguna melodía que no quepa en ningún pentagrama. Buscandoté atrás de las cosas, después, siempre después de llenarte el ojo con alguna que otra palabra. Retrocedo, no hay luces pero todo lo que te quiero decir está fuera de mi alcance. No existe nada, no existe el miedo y sin embargo no te llego, no paso de vos, no puedo resbalar una mano por tu pelo, no puedo arrimarme, hay un miedo siempre custodiando tu espacio vital, una acuarela opaca que no me deja darle vida a esa luz que se apaga, ''el tungsteno'', me decían, el tuyo no quiere funcionar. Para qué hacerme cargo de todo lo que intenté: un lugar, una llamada, lunas giratorias, un par de gestos y la piecita al fondo convidándonos a excesos, en fin, nada; una nada que abunda y me espesa el aire, una nada nauseabunda, inmunda, detestable. Concluir, de qué sirve, para qué quiero llegar si sé que vuelvo a la salida.