''Lo malo era que en el fondo él estaba bastante contento de sentirse así, de no haber vuelto, de estar siempre de ida aunque no supiera adónde''
'Rayuela'. Julio Cortázar.
Era verdad. A veces parecía que se iba por las ramas de la vida y se olvidaba de este sur que fue su punto de partida. Parecía estar feliz así como estaba, sin raíces en ninguna parte, a la deriva. Se aparecía de la nada, con esa sonrisa así de amplia, como si el sol de enero no le quemara la piel ni el peor frío de un invierno nevado lo traspasara. Siempre igual; juntando batallas del suelo, repartiendo verdades por ahí, dejando almas en celo, corazones rotos, noches inconclusas, estrategias incumplidas. Y yo que por algún motivo todavía lo espero, desespero de pensar en cuántas manos más habrá escrito su nombre, cuántas madrugadas también sostuvo miseria en otras espaldas, a cuántas aspirantes a su mundo espontáneo y liberal dejó con las manos tan vacías, con los ojos tan abiertos. ¿Por qué no se detiene ahora esa esencia cruel? ¿Por qué no deja de perseguir cenicientas de burdel? Si me quedo al sur del mapa, me consuelo con pensar que algún día lo agarre un viento y lo borre de este lugar, porque aunque me cueste un olvido todavía quiero salir y correr y jugar.