Un sótano. A la izquierda. Un sótano donde no tengo señal pero las señales están explícitas, directas, pasando adelante mío, entre las bocas, entre las manos... Un sótano en una noche de calor. Un submarino maximizado formando una especie de equilibrio vital entre el vodka y el humo... y el jazz. Un sótano inundado, con cadáveres de hielo tirados por todas partes, sin nadie que los levante o que los coma; mezclados entre la mugre, consumiéndose en pequeños ardores de cigarros que se apagan, como suicidas volcándose al mar. Un sótano que nos lleva a la comunión de la risa, a robarnos entre todos un pedazo de algún cielo, un escaparate, cualquier retazo de bandera que nos sirva de estandarte.
Hay carteleras con anuncios de tres años atrás, hay pintura en la paredes de humedad; hay basura, la misma basura de siempre. Hay vicios y malas intenciones de todos los que estamos acomodados en los sillones (que imagino alguien habrá donado). Hay demasiados hilos invisibles que se cruzan y se enredan entre nosotros, formando lo más parecido a un laberinto en cruz casual, una bifurcada que nos lleva al mismo lugar.
Pero hay alrededor de todo un sótano. Y ahí en el fondo, escondidos atrás de tantas palabras, hay un par de ojos azules, ahora horribles, ahora repugnantes, maleducados. Ojos traicioneros, penosamente ignorantes de excusas o escondites. Ojos delicuentes que no saben robar, que aunque lo nieguen son demasiado vírgenes para salir a jugar.
viernes, 13 de noviembre de 2009
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2 comentarios:
hermosísimo... como no podía ser de otra manera.
Coltrane y Davies. qué más pedir?
qué lindo escribís, michi :)
te extraño!
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